La Viña Escondida”, un tinto 100 por 100 garnacha de la DO Méntrida

La Viña Escondida”, un tinto 100 por 100 garnacha de la DO Méntrida, de Bodegas Canopy, ha sido distinguido como el mejor vino español durante la celebración de Le Gran Taste Shanghai,  por dos de los críticos franceses más reconocidos a nivel mundial, Michel Bettane y Thierry Desseauve, frente a vinos de la categoría de Vega Sicilia o Aalto.
La bodega de la DO Méntrida presenta la primera cosecha elaborada por Maite Sánchez y se estrena en el mundo de los blancos con un vino de la variedad albillo real, procedente de unas viñas viejas de la localidad toledana de Almorox.
Cuando José María Entrecanales se decidió en 1999 a fundar, en su finca La Verdosa en la localidad toledana de Santa Cruz del Retamar, la bodega Arrayán (DO Méntrida), el empresario tenía en contra, parece, el empeñarse en cumplir un sueño en un terreno que no era ideal, con un clima que tampoco lo era y en una denominación sin el prestigio de las grandes. Pero un sueño es un sueño y para materializarlo, el fundador de Acciona no dudó en dejarse aconsejar por uno de los asesores vitícolas más reputados del mundo, el australiano Richard Smart (un apellido que parece haberle venido al pelo, a juzgar por los más de 300 clientes con los que ha trabajado en todo el mundo), y de contratar los servicios de uno de los enólogos españoles con más brillo por esa época, el manchego Miguel Ángel de Gregorio. Pero ese sueño fue apenas una corta siesta que se vería truncada por la muerte de Entrecanales en 2008, y pareció tornarse casi en pesadilla para su viuda, María Marsans, quien decidió tomar las riendas de ese proyecto que apenas empezaba a tomar forma. Y pese a que María, hija de Enrique Marsans, fundador de Viajes Marsans, confiesa hoy, siete años después, haber sentido “pánico”,no dudó entonces (o sí, pero no lo cuenta) en hacerse con los mandos del que es hoy, quizás, uno de los trayectos más importantes de su vida.
Y con ella, Arrayán ha ido surcando los mares en un rumbo ligeramente distinto al que parecía llevar en un principio pero que, sin embargo, parece estar llevando a esta bodega mentridana por los mejores puertos. María se encontró, comenta, con una actividad difícil y que desconocía, pero de la que no le daba miedo aprender (ya lo hacía mientras su esposo construía la bodega y ponía en marcha el proyecto vitícola que es hoy) pese a no tener, confiesa, “ni el callo, ni el apoyo institucional” con el que contaba el empresario, aunque sí el equipo de la bodega, con el que encontró la forma de seguir adelante.
En 2009, casi sin darse cuenta y poco después de la pérdida de Entrecanales, llegó a la bodega Maite Sánchez, una enóloga madrileña formada en bodegas australianas, francesas y españolas que “cambió todo lo establecido”. Sánchez se encontró, con poco más de 25 años, con un proyecto con el que arrancar desde cero. O casi, porque la finca ya estaba plantada, y en producción, con variedades que, en los años 90 y principios del siglo XX, parecían la solución para cualquier bodega: merlot, cabernet sauvignon, syrah y petit verdot.
Se trata de un vino que parte de una callada e inteligente observación de Maite de todo lo que la rodea,porque, hasta que no ha encontrado la viña adecuada, no se ha decidido a elaborarlo. No le valía cualquiera, y la horma de su zapato vitícola la ha encontrado en Almorox, en una pequeña viña “desastre” (de las cuatro hectáreas que tiene, no todo está ahora en óptimas condiciones para producir toda la uva de calidad que podría) que pertenece a un viejo del lugar, un agricultor que ha defendido siempre que en la región ha habido vino blanco, pero que se ha visto obligado a comercializar sus albillos como uvas de mesa. Esta variedad, la albillo real, es temprana y para comenzar a elaborarla se vendimió a principios de agosto, se pisó y se dejó en contacto con las pieles y el raspón durante un día, para pasar después a barricas usadas de 300 litros y nuevas de 500 litros, donde ha permanecido siete meses. Maite busca en este vino, del que se han elaborado 1.900 botellas que estarán a la venta a finales del próximo mes de mayo, elegancia y delicadeza y, aunque esta es la primera añada y el vino ahora, cuando lo ha presentado ante la prensa, está recién embotellado, parece haber entendido a la perfección qué materia prima estaba manejando: el vino es aromático, floral, ligeramente especiado, fresco en boca, sabroso y sí, delicado y elegante. “Creo que merece la pena recuperar esas variedades” apunta. Y a juzgar por la forma en que ella lo está haciendo, no queda otra que creer en sus palabras.

Con esos mimbres la madrileña ha ido llevando el rumbo, sereno y firme, de Arrayán, elaborando vinos con una sensatez que podría extrañar que cupiera en una joven menuda y vivaracha como ella. Pero a Maite le cabe sensatez de sobra, y le queda además sitio para la inquietud, el talento y la ambición por hacer cada vez mejores vinos. En 2010 la enóloga tomó por completo el timón de los vinos de Arrayán, y, una vez controlado el funcionamiento de la bodega, encontró la ocasión para buscar más allá, para evitar que el barco encallara en las aguas del inmovilismo. María Marsans define así estos años: “hemos sido continuistas en algunos aspectos pero hemos sabido innovar”. Estas palabras se traducen en que, en cinco años, Maite ha elaborado unos vinos que el público ha aceptado y entendido, partiendo de las uvas que había en La Verdosa, y ha salido de los límites de la finca a buscar argumentos para construir un Arrayán que, también, apuesta por las variedades cercanas, por expresar autenticidad con vinos cuyas cepas estaban allí mucho antes de que ella naciera. Arrayán ha salido de Arrayán para ser una bodega más inquieta y, aunque suene paradójico, más moderna. Desde 2010 Maite ha firmado, con el apoyo de María Marsans, dos nuevos vinos de garnacha que han conquistado al público, y ese viaje por los puertos de la innovación ha traído ahora un nuevo miembro a la tripulación: el albillo real, el primer vino blanco de la bodega con el que, ahora del todo, se encauza un rumbo hacia la solidez. Una idea, la de hacer blancos, que al parecer tuvo uno de los hijos de Marsans y Entrecanales, comenta Sánchez.
La Viña Escondida es un vino ecológico, 15 meses en barrica, elaborado con racimos de la cima de una vieja viña de garnacha de 65 años con suelo granítico que ha obtenido muy buenas calificaciones en las guías de vinos más importantes.De hecho,AgroalimentariaCLM lo recogió como uno de los mejores vinos de la Región hace unos meses.
Según las notas de cata de la propia bodega, presenta un color rojo rubí brillante y vivaz. En nariz muestra una enorme complejidad, encontramos aromas de cerezas, violetas, pólvora, ahumados, ciruelas, incienso, frambuesa, mora y maderas bien ensambladas junto con destellos minerales. Al paladar se muestra sedoso y muy fresco, fácil de beber, con un tanino pulido y amable. Acaricia la boca y nos deja un recuerdo intenso y explosivo a la vez que sutil y elegante. Largo, aterciopelado y lleno de frescura.

Los cinco años de un nuevo rumbo

Los primeros vinos que elaboró por completo Maite Sánchez en Arrayán son de la cosecha 2010, y la bodega ha aprovechado la presentación del blanco, cuyo precio es de 12, 5 euros, para repasar otros vinos por los que se está apostando en los mercados.
Quizá las dos estrellas de la gama Arrayán son las dos garnachas, una de Méntrida, que se elabora con uvas procedentes de la cercana localidad de El Real de San Vicente, de cepas plantadas a una altura superior a los 700 metros y en la región más alta de la Denominación; y la otra de Cebreros, de garnachas situadas a 960 metros que reposan sobre suelos pizarrosos, a diferencia del terreno arenoso de las toledanas. Eso hace que los tintos resultantes tengan también dos caracteres diferentes. La garnacha 2012 de Méntrida, llamada La Suerte de Arrayán, es especiada, balsámica, floral, delicada en nariz y con una boca intensa, fresca y lo mejor, bebible y seductora. La de Cebreros (también 2012) es mineral, compleja, frutal, fresca, con un seductor punto salvaje, carnosa y muy equilibrada, unas cualidades que han hecho del vino casi un objeto de deseo, porque las apenas 1.300 botellas que se elaboran se agotan rápidamente en el mercado (y prometemos que no nos lo bebemos todo los periodistas).
Los dos vinos monovarietales por los que se ha apostado en la bodega y que han “sobrevivido” a la primera etapa y demostrado que, no procediendo variedades autóctonas, éstas se han adaptado a las condiciones climáticas de La Verdosa, son syrah y petit verdot, que dan también nombre a los respectivos tintos. La syrah de 2010 es especiada y floral, sabrosa en boca, y la petit verdot es balsámica, fresca y especiada, con estructura y potencia.
Otro de los tintos de la casa es Estela de Arrayán, cuyo nombre homenajea a la impronta de Entrecanales en la bodega, y que se elabora a partir de las mismas uvas que el vino de bandera, Premium, pero seleccionando el zumo que escurre de esas bayas una vez descubado el mosto.Premium se elabora con syrah (55%), cabernet sauvignon (20%) merlot (15%) y petit verdot (10%) y es un vino corpulento y estructurado, mientras que Estela es más fino y sabroso.

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